¿Cómo se manifiesta el abandono emocional en adultos?

8 de octubre de 2025

El abandono emocional puede dejar huellas profundas en la manera en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás. Generalmente, tiene su origen en la infancia, cuando las necesidades emocionales no fueron atendidas de manera adecuada y constante por parte de las figuras de cuidado. Aunque muchas veces no se trata de una negligencia evidente o extrema, sus efectos suelen aparecer más adelante en la vida adulta, interfiriendo con el desarrollo personal, las relaciones interpersonales y el bienestar emocional.

¿Qué se considera abandono emocional?

Cuando hablamos de abandono emocional, es común imaginar escenarios de desatención severa, donde el niño no recibe el cuidado básico ni el afecto necesario. Sin embargo, el abandono emocional puede presentarse de maneras más sutiles y cotidianas, que no siempre son reconocidas como tal, pero que generan un impacto significativo.

Durante la infancia, solemos normalizar la dinámica familiar en la que crecemos, incluso si esta no cubre nuestras necesidades emocionales. Esto puede dificultar que, ya en la adultez, reconozcamos que esas experiencias fueron dolorosas o dejaron una huella en nosotros. Tomar conciencia de ello es un paso clave para iniciar un proceso de comprensión y sanación.

Algunos ejemplos de situaciones que pueden constituir abandono emocional son:

  • Críticas continuas hacia el niño.
  • Muestras de afecto ambivalentes, dependientes del estado de ánimo del cuidador.
  • Ausencia de refuerzos positivos o reconocimiento.
  • Castigos injustificados o excesivos.
  • Falta de respuesta ante las demandas emocionales del niño.
  • Comparaciones constantes con otros niños.
  • Desprotección en momentos de dificultad emocional.

¿Qué formas de expresión pueden darse ante abandono emocional en adultos?

Las experiencias de abandono emocional en la infancia no desaparecen con el paso del tiempo; suelen transformarse en patrones de pensamiento, conducta y relación que se manifiestan en la vida adulta. Estas huellas emocionales afectan tanto la manera en que la persona se percibe a sí misma como la forma en que se vincula con los demás.

Algunas de las manifestaciones más frecuentes son:

  • Desconfianza en los vínculos: aparece la sensación de que los demás no serán capaces de sostener la relación, lo que puede generar miedo al abandono, dificultad para abrirse o tendencia a mantener cierta distancia emocional.
  • Perfeccionismo: surge la necesidad de hacer todo de manera impecable para evitar críticas o ganar aceptación. Esta exigencia interna suele ir acompañada de una fuerte autocrítica y de la dificultad para reconocer los propios logros.
  • Búsqueda constante de aprobación: se desarrolla una dependencia hacia la validación externa, con la creencia de que el valor personal depende de la opinión de los demás.
  • Hipersen­sibilidad a la crítica: incluso observaciones leves pueden vivirse como un ataque, lo que genera ansiedad o malestar desproporcionado.
  • Baja autoestima: la persona puede sentirse insuficiente, poco valiosa o incapaz de alcanzar lo que se propone, aunque en la práctica logre muchos objetivos.
  • Dificultad para expresar emociones: existe miedo a mostrar vulnerabilidad por temor al rechazo o a la incomprensión, lo que lleva a reprimir sentimientos o a desconectarse de ellos.
  • Problemas para pedir ayuda: en ocasiones se tiende a la autosuficiencia extrema, como si depender de alguien fuera un signo de debilidad; en otros casos, se manifiesta como una dependencia excesiva hacia los demás en busca de apoyo emocional.

¿Cómo cambiar estos patrones?

El primer paso para transformar estas dinámicas es tomar conciencia de ellas. Reconocer que ciertos comportamientos o sentimientos tienen su origen en experiencias pasadas permite entender que no son un “fallo personal”, sino una consecuencia de necesidades emocionales no atendidas.

Aunque esas carencias provinieran de un entorno en el que no supieron/pudieron sostenerte adecuadamente, quedarse atrapado en la culpa o el reproche no genera bienestar. Lo verdaderamente importante es enfocarse en lo que puedes hacer hoy para cuidar de ti y construir una relación más sana contigo mismo.

La psicoterapia es una herramienta clave en este proceso. A través de ella, es posible revisar estas heridas, aprender nuevas formas de relacionarte contigo y con los demás, y recuperar la capacidad de vivir con mayor equilibrio y amabilidad. Pedir ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía y autocuidado que abre la puerta a un cambio profundo y duradero.

Estilos de apego y su influencia en la edad adulta

29 de agosto de 2025

Apego es el vínculo emocional que se establece entre un bebé (desde sus primeros momentos de vida) y su madre/cuidador, basado en la interacción que se establece entre ambos. Mediante este vínculo se cubren las necesidades básicas del recién nacido, su cuidado, así como su desarrollo psicológico y de personalidad.

Este vínculo hará que el niño sienta mayor o menor seguridad para explorar el mundo, enfrentarse a situaciones amenazantes o para establecer otras relaciones sociales. En función del tipo de apego que se establezca, tendrá un efecto u otro en el funcionamiento psicológico posterior de la persona, en su forma de pensar y de sentir.

¿Qué tipos de apego existen?

  • Seguro: el niño percibe incondicionalidad por parte de su cuidador, sabe que está ahí. El cuidador es constante en el cuidado y la comunicación con el bebé, hay una interacción fluida y eficaz. Cubre sus necesidades y permite que el niño interprete el mundo y afronte sus relaciones sociales desde la seguridad y el bienestar emocional.
  • Ansioso-ambivalente: el niño siente inseguridad ante la sensación de intermitencia del cuidador, percibe que a veces está y a veces no está. En lo que respecta a la exploración del mundo, lo harán con escasa relajación y miedo a separarse de la figura de apego. Buscan constantemente la aprobación del cuidador y están muy atentos a posibles separaciones, que son vividas con elevado malestar emocional. Las emociones que prevalecen son el miedo y la angustia.
  • Evitativo: el niño que desarrolla este tipo de apego ha aprendido que no puede contar con su figura de apego, evidencia conductas de distanciamiento emocional y no se observa malestar emocional ante la separación. Sin embargo, a pesar de no manifestarlo, el niño sufre por ello, no se siente valorado ni querido y evita establecer vínculos de intimidad.Pese a perecer muy autónomos e independientes, la realidad es que no esperan nada de los demás, les cuesta mucho entender sus emociones y leer las emociones del resto.
  • Desorganizado: este tipo de apego se desarrolla ante formas de cuidado negligentes o inseguras. Es una forma de apego completamente opuesta al apego seguro. Los niños evidencian conductas inadecuadas, escasa o nula confianza en la figura de apego, por la que incluso pueden sentir miedo. En lo referente a la expresión emocional son niños que manifiestan conductas explosivas, elevada impulsividad, y dificultades en las relaciones con otras personas. Tienen muchas dificultades para vincular afectivamente y para expresar emociones positivas.

¿Qué efectos tiene el estilo de apego en el desarrollo adulto?

El apego seguro permitirá que la persona establezca relaciones interpersonales basadas en la confianza, con un alto grado de implicación emocional. Se sentirán seguras y confiadas, independientes y sin miedo al abandono. Se sentirán valoradas por las personas de su entorno. También facilita que la persona tenga una buena autoestima, y que trabaje activamente para conseguir los objetivos que se vaya planteando en su vida.

El apego ansioso-ambivalente se caracteriza en la edad adulta por la presencia de ansiedad y el miedo a estar solos. Buscan la cercanía de otras personas constantemente, la aprobación externa, pudiendo desarrollar relaciones dependientes emocionales. Se trata de personas que tienen miedo al abandono, especialmente en las relaciones de pareja. Las manifestaciones emocionales más frecuentes son miedo, ansiedad, dudas, dificultad para tomar decisiones, inseguridad, baja autoestima, etc.

El apego evitativo tiene como característica principal en la edad adulta la desconexión emocional que evidencia la persona, tienen dificultades para gestionar sus propias emociones y para entender las de los demás. Sienten escasa vulnerabilidad, debido a que no contactan con sus emociones, se perciben independientes y autosuficientes, con una buena autoestima. Los problemas en la gestión emocional pueden dar lugar a la presencia de alteraciones psicosomáticas, así como también son frecuentes las dificultades en los vínculos más íntimos como pueden ser las parejas.

El apego desorganizado condiciona en gran medida el buen funcionamiento del adulto. Se trata de personas que no comprenden las emociones de los demás (grandes dificultades para empatizar) y han normalizado la agresividad y la violencia (no respeto a personas del entorno). No establecimiento de vínculos afectivos íntimos. Mayor predisposición al desarrollo de alteraciones psicológicas y emocionales.

Cuando puede estar afectando a la forma de interacción contigo mismo, con los demás o con el mundo, es importante realizar psicoterapia para ser consciente de por qué a veces respondes de una forma que no quisieras o que no es de tu agrado y modificarlo. Mediante la psicoterapia el estilo de apego se puede reajustar para adaptarnos mejor a nuestro entorno y tener una mejor relación con nosotros mismos y con los demás.